INFLUENCIA, LO QUE HE APRENDIDO - PARTE I

Para quienes hacemos historietas, descubrir las “influencias” de nuestros autores preferidos nos significa una información muy jugosa e importante, ya que de esa manera descubrimos mucho más en profundidad las preferencias estilísticas y técnicas del trabajo de cada uno. Además (como ya mencioné antes) conocer a los maestros de los maestros de los maestros, abre caminos cada vez más interesantes que nos llevan a descubrir nuevos u olvidados artistas y desmentir un poco el mito del “autodidacta” ya que todos de alguna forma directa o indirecta aprendemos de un antecesor. Al margen de comparaciones, es un ejercicio sumamente interesante para nosotros mismos como autores.

Bajo esta línea, hace mucho que quería escribir acerca de mis “influencias” más directas o simplemente sobre los autores a los que más les presté atención a la hora de emprender ese camino de samurái que significa hacer historietas. Primero por una cuestión personal, de querer indagar en mis propios tótems y segundo por querer como siempre, compartir esa información. Espero que les sirva de algo. 


1. PORQUÉ SOY FANÁTICO DE ALCATENA
   
A estas alturas no saber quién es Enrique Alcatena (y no estar aprovechando su inmensa obra) es estar perdiéndose una parte importantísima dentro de la historieta Argentina. Ya lo escribió alguna vez su genial compañero Eduardo Mazzitelli “Alcatena va a ocupar un lugar fundamental en la historia de la historieta, será muchas veces mencionado en antologías, revisiones o recopilaciones”. Tomando como referencia esta sola cita ya podemos intuir de qué se trata de un autor destacable.

Alcatena suele trabajar mayoritariamente sólo como dibujante de sus historietas ya que de los guiones se encargan otros grandes autores como el citado Mazzitelli (su compañero más frecuente) y un puñado más entre los que podría nombrar a Barreiro o a Dixon (aunque en ocasiones también firma como su propio guionista, como en la espectacular “El viaje de Marco Polo”). Alcatena destaca entre otros autores por su inmenso y detalladísimo trabajo como dibujante (repleto de referencias de todo tipo, de toda cultura) que es un trabajo puramente a mano (nada de pc) de un blanco y negro de miles de niveles de tramas y texturas con un acabado y un diseño de página muy espectacular y diferente de los conocidos.

Referencias: India.

Referencias: Mesopotamia.

Mi primer acercamiento a los dibujos de Alcatena fue en mis épocas de escuela primaria, en dónde leía y releía las revistas “Skorpio” que mi papá me prestaba, haciendo un especial énfasis en las historias que éste dibujaba. Las historias colmadas de fantasía (el dato característico de Alcatena) subrayaban y ampliaban muchísimo más este género gracias a sus composiciones y diseños que como ya destaqué anteriormente, rebosaban de referencias a todo tipo de arte y cultura. Noté que se trataba en el mejor de los casos de un señor que conocía y había leído y visto muchísimo. Eso, al lado de los otros dibujantes le hacía un lugar sumamente privilegiado en mis preferencias.

Por aquel entonces el pequeño yo, ya estaba evaluando la posibilidad de hacer sus propias historietas en base solamente a lo que veía de Alcatena, esa marcada lectura y experimentación en sus páginas hacían que me interesara cada vez más en generar al igual que él, algo distinto. Él era la prueba de que lo académico se podía combinar con lo extraño para generar un producto entretenido. Y entretenido era una palabra que golpeaba mucho en mi nuca. Quizá por la falta de conocimiento, o por la poca producción o llegada de material que había en esa época yo consideraba a la historieta un arte menor e improvisto de variedad. A mis manos de niño llegaban sólo cosas tontas y vagas casi siempre en la rama del humor gráfico o de los superhéroes que no terminaba de entender. No voy a mentir, como a todo niño varón la testosterona y los golpes de la tele despertaban una pasión inconfundible en mí, pero como lector, no me generaban nada.


Entonces el descubrimiento de las revistas de mi padre (nuestro gran secreto en aquellas épocas, puesto que mi mamá no quería que las leyera porque había tetas en las tapas o en los interiores) generó un sobresalto de emociones en mí. Y sobre todo en lo que respectaba al dibujo, yo me sentía muy inútil tratando de copiar los dibujos de “Dragonball Z” que todos mis amigos tenían en sus carpetas, así que comenzar a traspasar personajes y símbolos (y tetas) que los otros chicos no conocían me hacía alguien de valor. Pero sobre todo el comenzar a reconocer elementos y conceptos de las historietas (por aquel entonces la Skorpio traía concejos y técnicas de dibujo) me hacía sentir muchísimo mejor conmigo mismo y tratar de descubrirlos y aplicarlos a las páginas de Quique (que eran todo un desafío para mí) hizo que me convirtiera en su fanático desde entonces.

El momento culmine de mi relación lectora con Alcatena (y con Mazzitelli por supuesto) fue sin duda “Travesía por el Laberinto”. La obra en cuestión, serializada durante doce números en la revista Skorpio, narra la historia de un poeta perdido en un laberinto mágico plagado de personajes Shakesperianos. La historia me resultó fascinante, melancólica y llena de aventuras, pero lo más llamativo para mí era como Quique dibujaba y combinaba cada página con cada momento en específico de la narración. Recuerdo por ejemplo tres páginas fantásticas:

En el octavo capítulo, Percival el protagonista cae de la hoja en dónde va volando con sus amigos por el laberinto, en un lugar horrible y desesperante en el que casi todos sus personajes han perdido la libertad. En este sitio, comienza a perseguir a una mujer llamada Isabel que todo el tiempo huye. Cuando finalmente la alcanza Isabel es una marioneta rendida a las condiciones de quienes mueven sus hilos, que no son otros sino que los personajes sin rostro que observan a Percival y a sus amigos durante toda la historia. La página en cuestión (cargada hasta el infinito de simbolismos) me impactó muchísimo. Me acuerdo las horas que pasaba (como todo niño emocionado con el conocimiento nuevo) explicándole a los demás que pasaba ahí.


El capítulo que más me gusta de la historia, el séptimo, titulado “Nunca” tiene dos páginas que me encantan, en esta la primera, la narración da comienzo en un “laberíntico laberinto” ¿Hacia dónde van esas puertas, quiénes son esos seres?


La segunda página que quisiera rescatar del mismo capítulo es la final. Durante la historia dos de los personajes se pierden en un mundo en el que las historias que transcurren, jamás fueron, pero lo maravilloso es que este dato no lo sabemos sino hasta el final, entonces las aventuras que viven ambos personajes cumpliendo sueños de otros nunca pasaron y ese impacto y regusto triste en la boca está representado magníficamente en la última viñeta.


Habiendo leído esta magna historia fue que decidí dedicarme a hacer mis propias historietas. El entretenimiento y la emoción que me significó “Travesía por el Laberinto” me hizo reflexionar en muchas cuestiones. Yo quería trabajar en algo así.

Con el paso de los años más obras de Quique fueron llegando a mis manos y más me apasionaba su estilo de dibujo, sus referencias, la cantidad de cosas que conocía y la gran verdad de que las posibilidades creativas en la historieta son infinitas. Gracias a él aprendí a leer y ver muchas otras cosas con otros ojos y con otros detalles pero sobre todo aprendí algunas cuestiones formales que aplico siempre:

Llenar cada viñeta y página lo mejor posible: Una de las enseñanzas más útiles que tuve, en palabras del propio Alcatena “Un dibujante que admiro me dijo una vez –No pongas todo en cada cuadro, Quique, porque las ideas se van agotando. Escatímalas. No las desperdicies- No le hice caso. Si lo hubiera hecho, me hubiera detestado a mí mismo”. Menos mal que lo hiciste Quique, el saber llenar cada detalle de una viñeta me abrió grandes caminos en mis propias páginas y sobre todo le otorgó personalidad a mi propio universo. Aprendí que escatimar y rebasar recursos da cuenta de un trabajo hecho a medias. Pero un producto lleno, completo de detalles necesarios, es un buen producto.


Cuántos detalles en esta página y sin embargo no perdemos el foco de atención.


La cantidad de detalles que hay ahí y sin embargo no se pierde de vista al personaje.


El “color” en el blanco y negro: Me fascina el trabajo de blanco y negro que hace Alcatena. Su entintado lleno de variantes de tramas y texturas hechas a plumín y pincel me parecía mágico (ni hablar sumados a su particular forma de representar las situaciones en las viñetas). Sin embargo por aquellos años no conseguía entender cómo solucionaba todo sin la ayuda del color ¿Dónde estaban los azules, los rojos, los amarillos, los verdes que tanto usaban los superhéroes para diferenciar las cosas? Sino estaban ¿Cómo hacía para que aún estuvieran ahí? Entonces comencé a prestar más atención en los “grises” que trabaja mediante texturas y tramas y ahí noté que Alcatena se valía de estos elementos para generar el “color” en el blanco y negro, niveles de grises hacían la diferencia en los detalles. 

La cantidad de "colores" que hay en estos personajes del bosque es genial.


Las tonalidades del agua.


2. LA OSCURA SOMBRA DE CHARLES BURNS.

Oscuro y retorcido. Así es el mundo en el que se desarrollan las historias de Charles Burns, el cerebro detrás de obras como “El Borbah”, “Big Baby”, “Skin Deep”, “Dog Boy”, “Blood Club”, “Black Hole” y la más reciente trilogía a color de “X´ed Out”, “The Hive” y “Sugar Skull”.



Burns comenzó colaborando con ilustraciones y pequeñas historietas para fanzines hasta que en la década de los 80´s Art Spiegelman lo convocó para su revista RAW (una cuidada antología de comics de “autor” entre las que destaca la gigantesca “Maus” del propio Spiegelman) en dónde atraería la atención de miles de lectores por el globo. A partir de RAW y sobre todo su trabajo en la revista Heavy Metal es que el personalísimo estilo de Burns se fortalecería hasta alcanzar su pico máximo en la que para muchos es su obra magna, “Black Hole” que se publicó de manera serializada durante doce números a lo largo de diez largos años (1993 – 2004).

Hasta entonces la gran totalidad de lo publicado por Burns (luego vendría la trilogía a color de “X´ed Out”) llamó la atención de muchos por su espectacular trabajo de “modulado” en blanco y negro, heredero de los comics de los 50´s, las películas de terror de serie B, las novelas negras y pulp y las historietas de Robert Crumb. Esta explosiva combinación de referencias gráficas sumadas a las sombrías y extrañas historias que trata Burns lo convirtieron en uno de los autores más reconocidos de los últimos años. Burns no “pasa de moda” sino que a medida que pasan los años más incrementa en número su leyenda y su público, sus admiradores, sus aprendices y sus copiones.


Mi primer acercamiento a Burns fue (como imagino yo, fue el caso de varios Argentinos antes de tener internet) en la revista “El Víbora”. Todavía guardo el número, fue en el #63 aquel con la tapa del “Peter Punk” de Max y la historieta en cuestión “Un matrimonio Infernal”. La historia narra el regreso de un soldado a casa con su mujer, pero en la que éste no parece ser el mismo que ella conocía luego de un accidente sufrido en tierra enemiga. De hecho, el hombre que comienza a manifestar actitudes y gustos extraños no tiene contacto físico con su esposa y ésta ante la sospecha lo sigue y descubre que aquel se está travistiendo. Los personajes y el mundo con su marcada estética de los 50´s (peinados, ropa, casas, autos, forma de hablar) mezclados con lo oscuro y perverso del relato  la convierten en una historia de “amor” muy única y entretenida, con un final desopilante.


Como dato de color, Burns dijo sobre esta historieta “fue el resultado de leer demasiados cómics románticos de los años 40 y 50. Escribí la historieta para el número 6 de RAW. Tras un montón de revisiones editoriales, el foco de atención amorosa evolucionó del típico prototipo hollywoodense de mandíbula cuadrada hasta convertirse en una mujer gris y entrada en años, pero muy atenta.”


Ese menjunje de estéticas inocentes y oscuras es fantástico y por supuesto fue lo primero que me llamó la atención, y en una revisión más directa y cuidada la cantidad de sombra y negro que abundaba en el dibujo, que era sin lugar a duda lo más interesante de éste. Analicé muchas veces las páginas de aquella historieta para tratar de averiguar cómo Burns obtenía ese exquisito “modulado” a través del pincel en la sombra tanto de los personajes como en el fondo. Esa (creo yo) es una técnica muy curiosa de entintar que personalizó Burns, puesto que si bien a ese momento (y al día de hoy) existen muchos dibujantes con una manera similar de trabajar no reconozco a otro tan riguroso y característico a la hora de trabajar el volumen del claroscuro. Y así aprendí la importancia del negro en la página. Aprendí a modular las sombras, a rellenar espacios y sobre todo aprendí que el contraste y la correcta ubicación del negro resuelven todos los problemas en el dibujo.

Por si queda alguna duda.




Con el tiempo y cada vez que tuve la oportunidad compré cada cosa que pude de Burns (creo tener todo salvo la última trilogía a color) y a medida que sumaba títulos a mi biblioteca descubrí un autor ya no solo interesantísimo en cuanto a su técnica de dibujo, sino en cuanto a su manera de narrar. Las historias de Burns plagadas de seres extraños siempre suceden en un mundo en el que todo lo que está sucediendo es real y en el que al igual que los personajes, los lectores no podemos ubicar maneras de escapar de lo que está sucediendo. Esa tensión en el relato también me enseñó mucho a la hora de contar una historia. Con “Black Hole” aprendí justamente acerca del manejo del volumen y ritmo (llamémosle “tensión”) en la narración. Black Hole me tuvo en vilo muchísimo tiempo hasta que pude conseguir el volumen completo, durante tres o cuatro años solamente había leído los 8 primeros números editados por “La Cúpula” e insisto aún no tenía acceso a internet. Recuerdo ese nerviosismo por el final con mucho cariño, por todo lo que me ha enseñado.

Otra cosa que aprendí de Burns fue la importancia del trabajo de la portada, que recién aprendería a trabajar a mis anchas gracias a los hermanos Hernández.
(Continúa en el Próximo Post)